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El buen vivir, una propuesta para el cuidado de la Casa Común

24 mayo, 2022

Por Miguel González Medrano

Durante mi infancia y adolescencia crecí en un entorno en donde el cuidado por el medio ambiente y la Casa Común, no se asomaba ni a la ventana. A pesar de que en los últimos años el internet, las noticias y los medios saturaban de información sobre el cambio climático y creía entender la situación, tiempo después me daría cuenta de que realmente no sabía nada. Por lo que, mientras yo compraba el videojuego más nuevo, en otro lado de México se derramaba la sangre y se explotaban las tierras de miles de campesinos que luchan y defienden incesantemente el territorio y su preservación contra aquellas empresas mineras y talamontes que buscan extirpar los recursos naturales.

En el año 2020, tuve la gran oportunidad de vivir la experiencia del Voluntariado Jesuita en Radio Huayacocotla “La voz campesina”, en Veracruz, México. Proyecto que acompaña principalmente a los pueblos originarios náhuatl, tepehua y otomí de la región. Recuerdo una de mis primeras visitas a la comunidad: Nuevo Chintipan, Tlachichilco, Veracruz. Fuimos a pasar la tarde al río, resaltaban sus increíbles colores turquesas, el agua, el viento y el silbido de las aves formaba parte de la banda sonora, helechos brotaban por todas partes y colgaban de los enormes muros de piedra que rodeaban al río en forma de cañón, los niños jugaban y las mujeres lavaban la ropa. La sierra que nos rodeaba era inmensa, tanto que todo lo demás parecía absurdo. Sin duda, cualquier empresa turística moriría por tener acceso a ese místico paraíso.

“…la Casa Común es una casa que atraviesa las cuatro paredes, es la casa en donde coexistimos todos nosotros; el planeta Tierra.”

Por la noche, con velas, ofrendas y el copal en mano, la gente cantaba y bailaba al ritmo de los sones de costumbre bendiciendo a la semilla. Así es como en las comunidades de la Sierra Norte de Veracruz agradecen a la tierra. Mario Canuto, curandero de la comunidad me compartía que la tierra y su cuidado, es lo más importante en la cosmovisión de los pueblos. De ahí viene el alimento, el maíz, por lo tanto, es donde brota la vida. Sin ella no somos nada.

A través de la visión de las comunidades, comprendí que la Casa Común es una casa que atraviesa las cuatro paredes, es la casa en donde coexistimos todos nosotros; el planeta Tierra. Los pueblos indígenas en México y Latinoamérica tienen una propuesta de vida distinta, la propuesta del buen vivir. Una visión comunitaria con perspectiva horizontal en la que no se puede vivir bien, si los demás viven mal. En donde el equilibrio y la relación con la Madre Tierra son esenciales, cuidando y siendo conscientes de la preservación y los ciclos de vida. Los montes son los guardianes; los animales, los acompañantes; las plantas, las curanderas.

Parte de las problemáticas a las que se enfrentan las comunidades hoy en día y que atentan a la propuesta del buen vivir, son las empresas ambiciosas como las mineras y talamontes, que expropian e invaden tierras, ríos y recursos naturales; muchas veces, sin el consentimiento de la comunidad, contaminando, generando sequías y destruyendo el medio ambiente, esto para abastecer el gran consumo que tenemos hoy en día. ¿Pero a costa de qué?

Esta situación no es nada nueva, se ha presentado a lo largo de la historia de la humanidad y ha acabado con civilizaciones; sin embargo, anteriormente el impacto solo se percibía de forma local y regional, pero ahora con la tecnología y la globalización, los efectos impactan en todo el globo terráqueo. La situación es tan alarmante que inclusive en la Sierra Norte de Veracruz e Hidalgo, equivalente al pulmón de México, tristemente ya se empiezan a sentir los cambios del clima. Las comunidades dependen de los ciclos naturales para sobrevivir, pues si no hay lluvia, no hay milpa, no hay maíz y no hay alimento. Situación en la que todos y todas salimos perjudicados.

 “Nos debería dar más miedo el futuro que le estamos dando a los hijos”: afirma Filiberta Nevado, defensora del territorio contra la tala clandestina.

Debemos defender nuestras tierras, cuidarlas y ser conscientes de lo que consumimos y saber de dónde proviene. Cuidar nuestra Casa Común es algo que no tiene precio. ¿Será que nuestro estilo de vida actual nos hace olvidar estas lecciones y compromisos? Para bien o para mal, creo que las acciones de los individuos multiplican sus efectos en una sociedad. Es a través de la cosmovisión de los pueblos y sus lecciones ancestrales que podremos lograr un buen vivir para generar cambios estructurales.

Ante estas circunstancias nos debemos preguntar ¿hacia dónde vamos?
¿Nos damos cuenta de que somos seres de paso en este mundo? ¿Cómo podemos lograr un buen vivir que herede un mejor mundo a las futuras generaciones?

¿Quieres saber cómo tú también puedes transformar tu mirada? Te invitamos a conocer el Voluntariado Jesuita