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Reflexiones sobre la relación humana con la naturaleza

9 mayo, 2022

Claudia Fernanda Díaz Ponce Castañeda.

Parece evidente que para vivir en nuestro planeta, necesitamos cuidar nuestros ecosistemas y a todos los seres o especies que conforman nuestro mundo. No obstante, en 1970 se instauró de manera oficial el 22 de abril como Día Mundial de la Tierra, con el propósito de crear conciencia sobre problemas ambientales como la sequía, la contaminación, el cambio climático, entre otros.

Aun así, después de más de cincuenta años de visibilización sobre problemas medioambientales, en la actualidad los Estados e instituciones negocian la reducción de contaminación o emisión de gases de efecto invernadero. Cada año organismos internacionales avisan el aumento del calentamiento global que puede provocar daños desastrosos a nuestro medio ambiente, como que el 70% de los arrecifes de coral de la Tierra este amenazado de destrucción permanente. Esto hace que me pregunte, ¿qué hemos hecho como humanidad y especie para llegar a eventos tan catastróficos? ¿Y por qué las personas e instituciones no hemos sido capaces de reaccionar y actuar de manera efectiva frente a la destrucción de nuestro mundo?

La filosofía de Occidente

Para entender esto, es inevitable que regresemos a la tradición e historia de nuestra civilización. La filosofía y la búsqueda de lo real siempre han ido de la mano. Por ello, cada tradición social se ha acompañado de saberes para establecer las bases de conformación de una sociedad. Ante ello, es preciso tomar en cuenta el estudio de la naturaleza como medio de reflexión, porque los pensadores reconocen que el medio ambiente o el ecosistema influyen en la manera en la que el ser humano se hace en el mundo. Entonces, ¿cómo se percibe la naturaleza desde la tradición filosófica?

Latinoamérica se ha originado bajo una simbiosis de civilizaciones, la occidental y la de los pueblos originarios. Esto significa que hemos adoptado un sistema de desarrollo que sigue los principios e ideales de Occidente, al igual que resisten concepciones de las tradiciones originarias de Mesoamérica sobre la vida y la coexistencia con el medio ambiente.

La historia de la filosofía de Occidente comienza en Grecia y continúa hasta el día de hoy; por ello haré un recuento muy somero que pasa de los griegos, a la modernidad y nuestros días.

Primero, comenzamos con las escuelas presocráticas o los filósofos de la naturaleza. Ellos establecieron las bases para posicionar la filosofía como antecedente para pensar las ciencias naturales y formaron su pensamiento desde el reconocimiento de la naturaleza. Entendían la naturaleza como un elemento esencial para comprender el origen de la vida, el cosmos y los procesos naturales. Durante este periodo todavía no había una separación entre lo “humano” y lo “no-humano”. Si bien, ya se comenzaba a mostrar una separación entre el hombre y los animales, en el desarrollo del conocimiento todavía existía una estrecha relación con los elementos naturales y su cambio o transformación eran intrínsecos a la existencia de los seres.

No obstante, con la modernidad hubo un giro de la tradición griega a la del Renacimiento y se comenzó a desarrollar un pensamiento desde una postura antropocéntrica que vio a la naturaleza como un medio para el crecimiento.

El dominio de la naturaleza

De acuerdo con Eduardo Gudynas, la naturaleza ha sido invocada como el origen de riqueza de un país; pero también como un elemento de manipulación del que se pueden obtener recursos que contribuyen al crecimiento del capital. Los pensadores comenzaron a entender los eventos naturales, lluvias o terremotos, como algo con lo que los humanos debían tener cuidado para que se lograra vivir bajo estabilidad que permitiera lograr el desarrollo. Con esto, podemos ver que en occidente se ha creado la idea de que bajo el control o dominio de la naturaleza, se podrán cumplir las necesidades de sobrevivencia al entorno y encontraremos una mayor estabilidad. En lugar de que el ser humano se adapte al entorno, esté tiene que ser modificado y moldearse al ser humano.

Esta tradición fundamentó al sistema económico en el que se desarrolló nuestra sociedad y legitimó un mundo en el que la naturaleza no es portadora de sentido y no tiene atributos autónomos e independientes al sujeto. El libre arbitrio tiene una mayor ponderación existencial a la del reconocimiento de seres que no son considerados racionales.

“Ver al planeta tierra como un espacio de convivencia y de existencia autónoma de diversos seres vivos, que pase del antropocentrismo al biocentrismo.”

El planeta tierra se reduce al “Yo y al mundo” y en lugar de entender un sistema que se construye por la coexistencia de los seres, la tierra se objetiva como un recurso o bien natural que contribuye al bienestar del pueblo por medio de la explotación. Occidente, al ver la naturaleza desde una postura de control que entiende lo otro como inhumano o caos, tiene sentido que haya creado políticas económicas y sociales que, en lugar de entender los tiempos y procesos de la tierra, responden a una idea de bienestar basada en la inmediatez, la dominación de los eventos naturales y la extracción desmedida de recursos naturales justificadas por el consumismo y la globalización.

Es por ello que el hombre ha utilizado la naturaleza como medio y un espacio de control, en lugar de ver al planeta tierra como un espacio de convivencia y de existencia autónoma de diversos seres vivos, que pase del antropocentrismo al biocentrismo.

Cambio de paradigma: Coexistencia

Bajo una perspectiva occidental, puede parecer innovador proponer un cambio de paradigma en el que nos reconozcamos como una especie más que conforma la naturaleza, es decir, como puente entre la humanidad y la naturaleza. No obstante, históricamente también existen diversas tradiciones que observan el cuidado y la coexistencia con la naturaleza: nuestra manera de estar en el mundo.

Por un lado, existen conocimientos de las comunidades originarias, en las que tenemos ejemplos más concretos como Bolivia y Ecuador, que se constituyen bajo filosofía andina de vida: Sumak Kawsay, donde la  tierra adquiere una connotación mágica, sagrada y es considerada como un sistema de vida.

Por otro lado, en civilizaciones consideradas “Orientales”, la naturaleza y el entorno también se construyen bajo otra postura que no hace la separación sujeto-objeto, donde la comunidad está directamente relacionada con el entorno y los elementos, reconociendo el cambio y el caos como parte intrínseca de la naturaleza.

Definitivamente, hay varias implicaciones y distinciones de pensamiento que son imposibles de mencionar en este recuento y lo hago sin el fin de exotizar, pero nos enseñan que se puede lograr vivir bajo unas premisas que modifiquen nuestro entorno, reconociendo a la madre tierra, el medio ambiente y las especies, como un espacio en el que, dentro de todas las especies existentes, son reconocidas y sobre todo respetadas.

Es necesario modificar la manera en la que históricamente nos hemos relacionado con la naturaleza, reconocer otros saberes y modos de vida; de  manera que, el ser humano, en lugar de entender su paso por la tierra como una guerra de sobrevivencia, comience a ver su relación con la tierra como coexistencia con las diversas especies que habitan el planeta.

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